Los humedales son auténticos santuarios de vida animal. Albergan más del 40% de las especies del planeta, muchas de ellas endémicas o en peligro de extinción. Sirven como áreas de reproducción, descanso y alimentación para aves migratorias, peces, anfibios, mamíferos y una enorme variedad de flora acuática y terrestre. Por ejemplo, los humedales del delta del Ebro o las marismas del Guadalquivir en España son fundamentales para miles de aves migratorias que dependen de estos enclaves para sobrevivir durante sus desplazamientos entre África y Europa. La pérdida o degradación de estos espacios tendría consecuencias irreversibles para la biodiversidad global. Los humedales son ecosistemas únicos y esenciales para la vida en el planeta. Zonas de tierra cubiertas de agua de forma permanente o temporal, los humedales pueden encontrarse en regiones costeras, continentales o incluso en áreas urbanas, e incluyen ecosistemas tan diversos como marismas, manglares, turberas, estuarios, deltas, lagunas y arrozales. A menudo subestimados, desempeñan funciones vitales en el mantenimiento de la biodiversidad, la regulación del clima y el equilibrio de los ciclos naturales del agua y del carbono. La contaminación y el cambio climático amenazan su existencia, a pesar de que su conservación es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en particular el ODS 13 (Acción por el clima), y el ODS 6, Agua y saneamiento. La protección de los humedales no es solo una cuestión ecológica: es un imperativo ético y estratégico para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Su desaparición nos dejaría más vulnerables al cambio climático, la escasez de agua, la pérdida de biodiversidad y los desastres naturales. Preservar los humedales es preservar la vida. Son nuestros aliados silenciosos en la lucha contra el cambio climático y el colapso ecológico. Su defensa es, en última instancia, una inversión en nuestro propio futuro y en el bienestar de las generaciones venideras.