El zorro rojo es quizás el animal símbolo del Etna: esquivo pero común, merodea por los bosques de castaños y robles, llegando hasta los 2000 metros de altitud.
Otro habitante esquivo pero presente es el gato montés, animal nocturno y solitario que prefiere las zonas más apartadas.
No es raro encontrarse también con la comadreja, ágil cazadora de roedores, o el puercoespín, fácilmente reconocible por el inconfundible susurro de sus púas.
A estos se suman el erizo, el musaraña y, por supuesto, la liebre y el conejo silvestre, ambos frecuentes en los campos abiertos y matorrales hasta los 1800 metros.
Estos animales, aunque a menudo poco visibles, desempeñan un papel fundamental en el equilibrio ecológico del volcán, contribuyendo al control de los insectos y a la dispersión de las semillas.
Entre los más majestuosos destaca el águila real, que ha vuelto a anidar en las paredes rocosas más remotas.
Con una envergadura que supera los dos metros, esta reina de los cielos caza roedores, liebres e incluso zorros, manteniendo un equilibrio natural fundamental.
El Etna también es el hogar de aves más discretas, pero no menos fascinantes, como la perdiz siciliana, que vive entre rocas y matorrales, a altitudes comprendidas entre los 800 y los 2000 metros.