Los bosques de laurisilva podrían definirse como auténticos fósiles vivientes, ya que hace cientos de miles de años poblaban también la cuenca mediterránea, así como otras regiones subtropicales del globo.
La laurisilva, que no soporta el frío, fue desapareciendo de muchos de estos lugares durante la última glaciación, y solamente fue capaz de sobrevivir en unos pocos puntos del planeta, en los que las temperaturas durante la glaciación se mantuvieron más suaves.
Los bosques de laurisilva sólo son capaces de desarrollarse en zonas donde impacta directamente el alisio, trayendo el mar de nubes y la humedad contenida en él.
La laurisilva es capaz de recoger esta humedad, condensándola sobre las hojas de las plantas y ocasionando un goteo constante hacia el suelo.
Este fenómeno, conocido como lluvia horizontal, en ciertas zonas del bosque llega a triplicar la cantidad de agua caída por precipitación.
La lluvia horizontal no solo provee de agua a la vegetación, sino que a la vez recarga nuestro acuífero, es decir, nuestras reservas de agua subterráneas.
Por esa razón, el papel ecológico que desempeñan estos bosques de laurisilva es sumamente importante.
Aparte de la flora, hay que tener en cuenta una fauna riquísima.
Además de muchas especies de aves y murciélagos, hay gran cantidad de especies endémicas de invertebrados, siendo la laurisilva de Anaga uno de los lugares de Europa que alberga el mayor número de especies endémicas por kilómetro cuadrado, convirtiendo este bosque de Tenerife en uno de los puntos calientes de la biodiversidad mundial.
El bosque de laurisilva de Anaga es realmente especial, ya que tiene una gran variedad de especies exclusivas.
Como es típico de los bosques de laurisilva, está dominado por árboles de hoja de tipo lauroide: los viñátigos, los barbusanos, los tilos y los laureles canarios.
También podemos encontrar en este bosque gran cantidad de especies acompañantes: fayas, helechos, enredaderas, lianas, brezos y hongos.
Llaman mucho la atención los musgos, que prácticamente tapizan los troncos de los árboles, gracias a la elevadísima humedad ambiental.