Solo existen cuatro costas en todo el planeta en las que la arena muestra un color verde natural y permanente. 
La razón detrás de este fenómeno es la presencia acumulada de un mineral conocido como olivino, producto de procesos volcánicos y, en el caso de Noruega, de antiguos desafíos glaciares. 
En la isla grande de Hawái, cerca del punto más al sur de los Estados Unidos, se encuentra Papakolea Beach, reconocida como uno de los principales destinos globales por su singular arena de color verde. 
El origen de esta playa se remonta a la erupción del cono volcánico Puʻu Mahana hace aproximadamente 49.000 años. 
La erosión progresiva de este tuff volcánico comenzó a liberar olivino —un silicato ferroso resistente a la acción del mar— y formó así el característico color de la arena. 
En la isla Floreana, dentro del Parque Nacional Galápagos, se ubica Punta Cormorant, famosa por su arena con reflejos verdosos y dorados. 
La razón detrás de esta coloración, explican Travel + Leisure, es la presencia de olivino originado en conos volcánicos próximos, mezclado con arena más fina. 
En el archipiélago de Guam, territorio estadounidense en Micronesia, se encuentra Talofofo Beach, cuya arena muestra una tonalidad esmeralda menos intensa que en Hawái y solo visible en condiciones óptimas de sol. 
La singularidad de estas cuatro playas reside en la combinación de procesos volcánicos o glaciares con la concentración específica de olivino. 
La escasez global de este tipo de arenales subraya el carácter irrepetible de cada escenario, tanto desde una perspectiva geológica como ecológica. 
La protección de estos sistemas y el cumplimiento de las normas medioambientales son fundamentales para preservar intactos estos paisajes naturales, testigos de la historia dinámica del planeta.