La agricultura ecológica es beneficiosa tanto para el medio ambiente como para el consumidor y por consiguiente tiene un impacto social muy poderoso.
La fertilidad del suelo es la base.
La agricultura ecológica se basa en la preservación de los recursos naturales y el cuidado del entorno en que se desarrolla, potenciando la fertilidad natural de los suelos y su capacidad productiva, reciclando los nutrientes para incorporarlos de nuevo al suelo como abono orgánico y siguiendo la premisa de la agricultura regenerativa de que “lo que sale de la tierra debe volver a ella”.
La agricultura ecológica se basa en el uso de técnicas alternativas, pero igualmente efectivas, que cuidan los recursos naturales, y preservan los nutrientes esenciales para el suelo y los alimentos que produce.
Los alimentos ecológicos son más ricos en vitaminas y están más equilibrados en proteínas, oligoelementos y minerales según el Instituto Federal para la Protección de los Consumidores de Alemania.
Además, los alimentos ecológicos no contienen sustancias nocivas como nitratos y residuos de pesticidas, al no usarse en el proceso de producción y contienen un 60% más de antioxidantes, sustancias que protegen al organismo de los radicales libres según un artículo publicado en la revista científica British Journal of Nutrition.
En la agricultura ecológica, se produce una disminución del coste energético medioambiental, no se derrocha energía ya que promueve una utilización responsable y sostenible de los recursos naturales.
Gracias a las practicas que defiende, con la agricultura ecológica se potencia la generación de puestos de trabajo y el desarrollo empresarial a nivel familiar.
Al fin y al cabo, el objetivo de esta forma de trabajar el campo es el mantenimiento integral del sistema, convirtiendo la agricultura en algo más que una alternativa laboral minoritaria.
La agricultura ecológica es una pieza clave en la sostenibilidad de nuestra sociedad.