La desertificación lleva años acelerándose en todo el mundo, afectando sobre todo a las áreas propensas a ser áridas, semiáridas y con climas secos.
La Tierra ha perdido un tercio de su tierra cultivable.
Uno de los países más afectados es China, ya que el 27,4% de su superficie es desierto, afectando a 400 millones de personas.
Para solucionarlo, ha emprendido el proyecto de reforestación más grande del mundo.
Cada año las tormentas de arena se comen 2.300 kilómetros cuadrados de tierras agrícolas en el país asiático.
El proyecto Gran Muralla Verde es la iniciativa de reforestación más grande del mundo, que se espera que continúe hasta 2050.
El objetivo primero era frenar la expansión del desierto de Gobi y proporcionar madera a la población local.
El Gobierno chino se muestra muy optimista con los resultados de este proceso a largo plazo, afirmando que hasta el momento se han estabilizado miles de dunas en movimiento y la frecuencia de las tormentas de arena en todo el país se redujo en una quinta parte entre 2009 y 2014.
Según un estudio publicado en la revista Ecological Processes por parte de científicos del Instituto de Ecología Aplicada de la Academia China de Ciencias, las áreas boscosas han aumentado en 158.051 kilómetros cuadrados.
El número de árboles plantados ronda los 66.000, principalmente de la especie Enterolobium cyclocarpum y otras de la familia de las fabáceas, dada su adaptabilidad a estos terrenos.
Según los investigadores, el proyecto de reforestación ha creado un importante sumidero de carbono que es capaz de absorber el 5% de las emisiones industriales totales de CO2 de China entre 1978 y 2017.
Jennifer L. Turner, directora del Foro Ambiental de China en el Centro Woodrow Wilson señala que la gente "está plantando muchos árboles para frenar la desertificación, pero luego nadie se preocupa realmente de ellos y mueren".
La cura puede ser peor que la enfermedad.
De hecho, otros expertos creen que más que beneficios, este proyecto puede traer más problemas, como que la reforestación sobrepase la capacidad de la tierra, condenando a los árboles a la muerte si no existe intervención humana constante.