La erosión del suelo es una de las diez principales amenazas para el suelo identificadas en el informe de 2015 sobre el Estado de los recursos del suelo en el mundo.
La erosión del suelo se produce de forma natural en todas las condiciones climáticas y en todos los continentes, pero se ve incrementada y acelerada de forma significativa por actividades humanas insostenibles como la agricultura intensiva, la deforestación, el pastoreo excesivo y los cambios inadecuados en el uso de la tierra.
Las tasas de erosión del suelo son mucho más altas que las tasas de formación del suelo.
La erosión del suelo afecta la salud y la productividad del suelo al eliminar la capa superficial altamente fértil y exponer el suelo restante.
La erosión del suelo disminuye la productividad agrícola, degrada las funciones de los ecosistemas, amplifica el riesgo hidrogeológico, como los deslizamientos de tierra o las inundaciones, causa pérdidas significativas de biodiversidad, daña la infraestructura urbana y, en casos graves, conduce al desplazamiento de las poblaciones humanas.
La erosión del suelo puede afectar a la infiltración, el almacenamiento y el drenaje del agua en el suelo, provocando por un lado la saturación del suelo y por otro la escasez de agua.
En la agricultura, estimamos que la erosión del suelo puede llevar a una pérdida de hasta el 50 por ciento en el rendimiento de los cultivos.
La erosión del suelo nos afecta a todos.
La erosión del suelo y la degradación de la tierra representan una grave amenaza para la seguridad alimentaria mundial y para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que comprometen el bienestar de al menos 3.200 millones de personas en todo el mundo.
Debido a que el 95 por ciento de los alimentos que consumimos provienen del suelo, la mitigación de la erosión del suelo a través de la aplicación de la Gestión Sostenible del Suelo es fundamental para proteger nuestro suelo y, al mismo tiempo, garantizar un mundo sostenible y seguro desde el punto de vista alimentario.